sábado, 10 de noviembre de 2012

MADE IN CHINA [BLUE]

“No pensar muc
ho, hacer; y, si no sale bien, no pensar mucho y deshacer para volver a hacer” Eliper F&E Poco a poco, de manera soterrada pero eficaz, la China va imponiendo su imperio sobre el mundo entero. De forma silenciosa ha inundado los mercados extranjeros con bienes producidos bajo una sencilla pero eficaz formula: mano de obra abundante y barata, materias primas de calidad apenas suficiente y de bajo costo, independencia del sistema financiero y legislación gubernamental drástica pero diseñada para la aumentar la productividad de las empresas. Corrían los años ochenta cuando una marquilla empezaba a ocupar espacio en la mente del consumidor occidental. Made in China empezaba a florecer en regiones tan distantes como Colombia, Perú o Ecuador y lo hacia de manera tan disimulada que nadie preveía lo que sucedería apenas 20 años después. En aquel entonces la denominación de origen “Made in China” se identificaba con baja calidad, poca durabilidad y cero garantía de recambios, pero tenia una ventaja comparativa destacada: su bajo precio. ¿Cómo lo hacían y lo siguen haciendo? Normalmente, una ventaja comparativa no es suficiente para mantenerse como líder en un mercado, aun cuando este sea del tipo competencia perfecta, no obstante “Made in China” no aspiraba (ni en aquel entonces, y quizás tampoco ahora) a ser líder y permanecer en la mente del consumidor, simplemente pretendía colocar sus productos en muchos mercados y que estos destacaran por el bajo precio. Pero, ¿Cómo mantener un bajo precio al consumidor? La formula no es nueva ni diferente a la ensayada por otros países y otras economías en tiempos pasados, precisamente este es el detalle que mas llama la atención tanto a académicos universitarios como a empresarios extranjeros y que ahora mismo ocupa las portadas de algunos diarios destacados a nivel mundial. ¿Cuál es la fórmula de penetración, crecimiento y desarrollo que mantiene a los negocios asiáticos en constante evolución? Esta pregunta ha llevado a pensar en la existencia de un modelo asiático de negocios, es decir, una forma diferenciada y adecuada exclusivamente para las condiciones socio-políticas y económicas de la región, no obstante al seguir esa línea de pensamiento se está dejando de lado el hecho de que la globalización, -proceso que iniciaron la mayoría de economías emergentes a comienzos de la década de los noventa-, precisa de la generalización de las estrategias y, con esto, la llegada de acuerdos multilaterales que eliminan la posibilidad de un modelo particular de gestión de negocios. Esto explica en gran medida la derivación de globalización hacia el concepto de acción glocal, es decir, acciones globales aplicadas de manera local, o dicho de otra forma, pensar de manera general pero actuar de forma local. Y es que aquella forma particular y cerrada de hacer negocios que se aplicó en la mayoría de países latinoamericanos hasta bien entrada la década de los ochenta dio sus frutos, algunos de los cuales fueron desastrosos para el PIB e impidieron una transformación rápida y eficaz hacia la tendencia que marcaban los mercados: una interdependencia bajo el modelo gana-gana que favoreciera el aprovechamiento de las fortalezas propias de cada país y cada región. Muchos naciones como Colombia, por ejemplo, entraron tarde y de manera forzada en la globalización y, siendo como es esta, un proceso de desarrollo masivo aun a ultranza de la calidad de vida, la cultura, el progreso general o la inclusión social, se vieron forzados a participar en una carrera de obstáculos en donde el ganador ya había sido marcado con antelación. En consecuencia, muchas economías no alcanzaron a desarrollar el máximo potencial agrícola cuando se vieron abocadas a entrar de lleno en la era industrial y, justo cuando empezaban a entender la industrialización como fundamento de desarrollo, les vino la era de los servicios y la tecnología, concluyendo en la incapacidad para crear o incluso adaptar algún modelo de progreso adecuado a sus propias especificidades. Solamente algunos países de los incluidos en los CIVETS y los que conforman el BRIC han obtenido algún provecho de todo este proceso, dando como resultado, por un lado, el crecimiento diferencial entre ellos mismos y, por otro lado, mostrándoles un futuro tan incierto como lo es para el común de las economías no desarrolladas. Sea como fuere, el modelo de productividad cerrado que mantuvieron estas economías durante tantas décadas terminó llevándolas a un atraso económico frente a quienes propusieron e impulsaron el desarrollo de la economía de libre mercado. En consecuencia y sin hablar de un posible modelo de negocios asiático, cabe preguntarse si la formula mágica de los Chinos no acabará de la misma manera que terminó su símil en 1929 (¿?) . Ciertamente, las diferencias entre los dos momentos productivos son grandes, aun cuando poseen raíces similares, pero una buena experiencia bien aprovechada genera resultados positivos y esto es lo que parece estar sucediendo con el gigante asiático. Otra diferencia entre las dos situaciones es la adaptabilidad que tiene la China para afrontar y asimilar los cambios en las variables económicas que presenta un país o región, siendo esta, precisamente, una de las fortalezas que destacan en su forma de competitividad. No pensar mucho, hacer; y si no sale bien, no pensar mucho y deshacer para volver a hacer. Esta parece ser la normativa actual en el modelo de negocios Chino, pero claro que para ellos tampoco es novedoso, pues en su momento y con algunas variantes, el Japón, de manera indirecta, lo propuso, implementó y probó con éxito después de la Segunda Guerra Mundial. Adaptabilidad, aprovechamiento de las circunstancias para volverlas en su favor, autocritica constante, prospectiva y, trabajo, trabajo y mas trabajo, son ingredientes de una fórmula para hacer grandes negocios en un mundo globalizado. Pero, ¿Qué tiene que ver todo esto con Nuestra América del Sur? La razón es que los cambios que se están sucediendo en esta región y el futuro que se avizora para la misma están directamente relacionados con este posible modelo de negocios asiático y su implementación parcial o total en América Latina. La intervención de oriente en occidente no se limita a los negocios sino que también se ha sentido en la política (es el caso de A. Fujimori y su descendencia en el Perú) y la cultura y la religión. En términos económicos el impacto se hace evidente en dos sentidos: inicialmente el país receptor se ve inundado de mercancías (legales o no) que terminan siendo expendidas en las grandes superficies que tradicionalmente se dedicaban a comercializar exclusivamente productos nacionales (esta situación se ha presentado con varios almacenes como por ejemplo Almacenes Arturo Calle, en Colombia) y, por otra parte, la tendencia al proteccionismo y el carácter hermético de los negocios de origen chino impide que prosperen negocios nacionales. Se diría y con razón que una de las fortalezas de los asiáticos es su carácter ecléctico y reservado al momento de financiar sus actividades, pues difícilmente acuden al sistema financiero y, en cambio, facilitan la llegada de sus congéneres y les apoyan para que creen sus propios negocios. Este modelo de desarrollo es el que se ha visto florecer en los últimos años en ciudades como Madrid, Barcelona o Sevilla, todos ellas en España. Ahora bien, para que un mercado crezca y se mantenga es necesario que el consumidor sea receptivo a dicho modelo y ante la falta de una identidad y un nacionalismo claramente arraigados en los países emergentes, así como a un empobrecimiento de la clase media y unas políticas estatales que favorecen la inversión externa, el consumidor termina respondiendo a la variable del mercado que considera mas importante: el precio y, los Chinos, si que saben disminuir costos de producción . Para finalizar esta breve disertación, es conveniente tener en cuenta que las condiciones internas y externas que ha aprovechado la China para realizar su incursión exitosa en otras economías son similares a las existentes en países como Colombia, Ecuador o Perú, y no obstante, América Latina no ha sabido aprovechar el momento excepcional que representa la mal llamada crisis de los países desarrollados. Características como poca o nula relación con el sistema financiero local e internacional, lo cual evita dependencia de las políticas fiscales emitidas desde órganos multilaterales como el BID, el BCE o el FMI y que a largo plazo terminan empobreciendo a los países; legislación flexible que posibilita, entre otros, ajustes extremos en producción, comercialización y uso y abuso de la mano de obra local; continuidad en la producción amparándose en normativas regionales y políticas macro-fiscales que imponen drásticos recortes en horas extras y otras prebendas (todo ello amparado, insisto, en la llamada crisis de algunos países desarrollados); sindicatos que perdieron el horizonte y la razón de ser (si es que alguna vez la tuvieron); abundancia en recursos humanos y materias primas, entre otras, son tan conocidas en Asia como en América Latina. Así las cosas, nos quedan dos preguntas por resolver: - ¿Cómo puede Nuestra América del Sur aprovechar la experiencia del gigante asiático en materia de crecimiento y desarrollo económico pero no a ultranza del valor de la vida? - ¿Cómo evitar que a América Latina le suceda algo similar a lo acaecido en países como España, Portugal o Grecia en donde las únicas empresas que crecen son las Chinas? Estamos en una época de cambios drásticos en donde no hay lugar para las dudas y el miedo. Si se desea entrar en un mercado, crecer y desarrollarse en él, entonces es se hace necesaria una visión compartida y sostenible del futuro; una prospectiva creada entorno al bien común, al bien-estar del conjunto de individuos que hacen parte de la región, ya no del país. Si este momento histórico tiene, como afirman muchos, como característica esencial el individualismo y la satisfacción de sus propias necesidades, es ahora cuando se hace más evidente que la unión hace la fuerza y, por supuesto, no me refiero a unir fuerzas alrededor de los intereses macroeconómicos, sindicales o políticos. Nada más lejos de la realidad. El caudillismo siempre ha sido lesivo para las naciones. Hago referencia a la creación de asociaciones de carácter colectivo, pero dedicadas a la producción, comercialización, distribución y exportación de bienes y servicios propios de la región, sobre la base de una apropiación tecnológica adecuada y la justa distribución de las ganancias. Es su turno: en la próxima compra verifique que sus productos tengan la etiqueta: ¡Hecho en América del Sur!