sábado, 19 de enero de 2013

¿HACIA UN MODELO DE COMPETITIVIDAD CHINO?

- ¡Joder!...Javier, no hay pan para la cena. Ve a la tienda a por él. - Begoña¡ que son las 10 de la noche y está cerrada!. - ¡Pues ve al chino…! Ese nunca cierra.
El “chino” es una palabra que poco a poco se está transformando en un concepto que designa no solamente una nacionalidad, sino también un lugar en donde se puede encontrar “casi de todo” y a “casi todas las horas del día y la noche”. En los últimos informes de competitividad empresarial y sobre todo en las asociaciones de consumidores como la OCU en España se ha notado, escrito y comentado suficiente acerca del crecimiento de los mercados regentados por inmigrantes de origen Chino, y dichos comentarios tienen como denominador común una pregunta: ¿Por qué mientras los pequeños y medianos comercios españoles están yendo a la quiebra, los negocios chinos siguen creciendo? En la búsqueda de una respuesta adecuada nos encontramos con más preguntas –cuando no con el silencio por parte de quienes crean estos negocios-, que no dicen mucho acerca de la formula milagrosa para nacer, crecer y mantenerse en el mundo de los negocios mientras la crisis económica obliga a cerrar cuatro tiendas cada mes en Madrid. Para el observador desprevenido es fácil hallar algunas pistas que saltan a la vista. De entrada se observa que los chinos tienen lo que en Colombia se denomina “verraquera”, es decir, aquel impulso, esa gana y este deseo que los lleva a abrir las puertas de su negocio dos horas antes que los demás y cerrarlas solo cuando termina la afluencia de clientes, es decir, no tienen horarios fijos y desconocen el concepto de “siesta” tan arraigado en el corazón de los españoles. En segunda instancia, los chinos tratan de llenar sus 40 metros cuadrados con toda una gama de artículos, desde unos guantes para el frio, hasta frutas y verduras, pasando por los conocidos “ultramarinos” y, por supuesto, el pan caliente a toda hora. ¿Qué más se puede pedir? Se han esforzado en aprender el castellano hasta el nivel de cambiar sus nombres chinos por nombres españoles comunes, tales como María y José. Han intentado mantener los precios siempre por debajo de la competencia y han incluido en sus estanterías productos típicos de otros países, sobre todo de América Latina y África, con lo cual han ganado un público que por tradición suele ser muy fiel tanto a sus productos autóctonos como a la buena atención que el chino se esfuerza en proporcionar. ¿Qué más se puede pedir? Y como si fuera poco, el chino ha introducido un concepto nuevo en la economía y las finanzas españolas: evitar hacer uso de la banca mediante la adquisición directa del dinero que requiere para crear su negocio acudiendo directamente a sus familiares y amigos que deja en la China o que ya están instalados en España. En consecuencia, la deuda se adquiere y salda directamente en la China, contribuyendo a la migración de capitales que engrosan las arcas del gigante asiático y le permiten presentar al momento una de las más elevadas tasas de crecimiento económico del mundo. De esta forma de hacer negocios se deriva una estrategia bastante usual y a la vez delicada: cuando un chino tiene éxito en su negocio (también lo hacían en su momento los latinoamericanos, rusos, italianos o rumanos), invitan a sus familiares y amigos a que imiten su actuación, con lo cual se da el traspaso de los negocios a familiares o conocidos, mientras el anterior propietario se dedica a abrir otra tienda o negocio y así sucesivamente. El chino se cuida a sí mismo, se protege y ayuda en una simbiosis similar a la que hiciera la comunidad Judía en su momento. La prosperidad de este supuesto modelo de negocios impulsó la entrada a España del famoso “Todo a cien”, que en euros se traduce como “Todo a uno” y en otros países se llegó a conocer como “Agáchese y coja”. Su especialidad es poner al alcance de todos los públicos mercancías a un precio igual, con bajo costo de producción y diversidad amplia. Esto, unido al concepto de “Bazar chino” y en medio de una sentida crisis económica, ha llevado a que las más diversas poblaciones acudan masivamente al “chino” a comprar y satisfacer sus necesidades primarias de alimentación y vestido, y algunas complementarias como decoración, bricolaje, papelería y cocina, entre otras. El chino dejó de vender solo frutas o pan y ahora en España está entrando en mercados especializados como agencias de viajes, inmobiliarias, arte, cosméticos, transportes, entre otros. ¿Se puede, en consecuencia, hablar de un posible modelo de negocios chino? Pienso que las pistas son suficientes para aclarar que algo nuevo está sucediendo en el mundo de los negocios y en la forma en como estos se están transformando. Las viejas estructuras de negocios cerrados, exclusivos, con clientela fija y abierta en horarios pre-establecidos está siendo duramente golpeada por una nueva ola de comerciantes que tendrían como lema algo así como: “No existe la crisis económica, solo formas inadecuadas y obsoletas de hacer negocios”. Es posible que una de las fortalezas de esta forma de negociar es, precisamente, el distanciamiento con el sistema financiero, y quizás por ello, la crisis no les ha afectado, pero eliminar de sus negocios el sistema financiero, es decir, tarjetas de crédito, prestamos, hipotecas, leasing, apalancamientos financieros, etc., supone el uso de otra forma de subsistencia y, en este caso, se trata de la ayuda prestada por familiares, conocidos y amigos. Dicho de otra manera, el sistema financiero se cambió por la confianza. Ahora bien, esto es curioso porque precisamente, la banca y el sistema monetario tuvieron inicialmente su fortaleza basada en la misma confianza y no obstante en los tiempos actuales el sistema financiero es lo menos confiable del mundo. ¿Qué futuro le espera al “chino”? ¿Tendrá, como suponen muchos expertos en economía, un renacimiento glorioso cuando el gigante asiático se levante e imponga sus propias condiciones al mundo entero? Personalmente y acudiendo a la ciclicidad de todos los procesos, pienso que tendrá algún momento de gloria antes de continuar con su lógico proceso de desaparición en la noche de los tiempos. Asia fue la cuna de la civilización hace mucho tiempo pero el futuro sigue estando en América y, particularmente en nuestra América Latina. Por ahora nos hará mucho bien estudiar, analizar y comprender este posible “modelo chino” de negocios para extractar sus virtudes y eliminar sus defectos; mejorarlo y aplicarlo en nuestros países latinos y todo ello en busca de la equidad, la virtud y la evolución no solo en términos económicos sino también en lo social, lo personal y lo espiritual. Otro mundo es posible.

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